Inter Movistar muestra su mejor versión (3-1) y accede a la final de este domingo (18.00 horas)
El Movistar Inter ha vuelto. Al menos, del paseo que desde 2023 le ha alejado de su última final. Los madrileños consiguieron doblegar a un Servigroup Peñíscola que durante la mayor parte de la primera semifinal de la Copa de S. M. el Rey, disputada en el Palacio de Deportes de Cartagena, se vio sin la limpieza del resto del año. Los de Alberto Riquer domesticaron cualquier tentativa de sorpresa y devolvieron al estado tradicional de otras épocas, en las que el cuadro torrejonero era un habitual en los encuentros en los que se dirimen los trofeos.

La puesta en escena para los dos no estaba a la altura de sus trayectorias hasta este punto en la temporada. Ambos se mostraban tibios en las acciones y poco convincentes en los remates. Ni siquiera la entrada de Gauna y Pani al encuentro mejoró el asunto, incapaces de zarandear la chispa castellonense. Hacían más ruido los que estaban fuera de la cancha, con sus vítores y tambores, que también tiene su mérito. En contra de lo que se podía esperar, el Peñíscola estuvo más nervioso en la búsqueda de sí mismo. No era reconocible: quizá porque ya no puede jugar tanto al despiste o quizá porque todavía no había puesto el pie en el acelerador. Se demostró que en toda la segunda parte no hallaron el pedal.

El Inter empezó a establecer su dominio. Primero con un mano a mano de Lucão ante Gus y, al poco tiempo, en el minuto 16, con la recogida del rechace de un disparo de Pani en el que Raúl Gómez salió al galope y cruzó al palo largo. Fue el primer tanto de la semifinal y, lejos de hacer reaccionar a los de Santi Valladares, les sumió en un desorden impropio. No están acostumbrados a este caos, más lejano al frenesí que tanto aprovechan y más cercano a la incomodidad y, sobre todo, a la tristeza. El Inter generaba varias oportunidades seguidas, consciente de que su adversario estaba grogui. El colofón fue una pérdida de Gus en una de sus subidas en las que Bebe se encontró cara a cara con Gauna bajo palos. Salvó el argentino de manera milagrosa en un escorzo acrobático. El propio ala pudo, con dos segundos por disputarse, conseguir el empate con una sexta falta sin barrera que marchó fuera. Todo quedaba abierto para el segundo acto.

Y todo se olvidó al minuto y poco del reinicio. Un robo de Elías en media cancha y posterior pase al segundo palo halló a Víctor Pérez para igualar y, de paso, recuperar su esencia. Ocurrió entonces el partido que todos estábamos esperando: el estilo del Peñíscola llegó a tiempo para nivelar fuerzas y meter el miedo en el cuerpo torrejonero. De repente, el conjunto telefónico dejó de ver huecos que antes eran praderas y a sufrir las mordidas de su adversario, que apenas le permitía traspasar el círculo central. Cuando lo hacían, los chuts estaban desprovistos de confianza y eran detenidos por el guardameta toledano.

El juego parecía aletargado hasta que Dani Sancho, en otro sprint, golpeó un balón y fue tal el ruido que desprendió que recordó a todos que todavía quedaban diez minutos en los que nada estaba decidido. Lucão respondió con otra de sus acciones en banda e intento de vaselina, "¡uy!" de la grada incluido. La fase en la que se adentró la semifinal empezó a ser pesada, sin demasiada claridad hasta que Raya, en la esquina del córner, disparó sin ángulo y Gus, que llevaba una tarde intranquila, no desvió suficientemente el balón, por lo que dio en el larguero y Bebe metió la punta de la zapatilla para instaurar el 1-2. Con poco más de tres minutos por delante, la cuesta se empinaba para los azulones.

El juego de cinco apenas dio rédito para los de Santi Valladares, que vieron cómo la semifinal se fue consumiendo poco a poco, sin esa eficiencia con la que han impregnado toda la campaña. Ni siquiera los barullos en el área que antes les sonreían lo hicieron este sábado. En cambio, a Cecilio sí para redondear el marcador (1-3). La efectividad del vigente campeón de Copa de España fue domada por un Movistar Inter que jugará su cuarta final del torneo, precisamente el último que adorna sus vitrinas (2021), la primera con Alberto Riquer en el banquillo. Una nueva oportunidad de renacer después de cuatro años sin morder oro.